miércoles, septiembre 29, 2010

Emoción hasta las lágrimas

Por Ricardo Medrano Torres

En mis andanzas por la red de redes, recientemente leí con atención las líneas expuestas en un efusivo artículo del músico y escritor Raymundo Colín publicado en APIA (Agencia Periodística de Información Alternativa). Me emocioné hasta las lágrimas. Me remonté a mis años mozos como miembro de Poetas en Construcción y me vi reflejado en los tránsitos de administraciones Perredistas y en el limbo cultural que sigue aquejando a quienes aspiran a degustar un caramelo ganado con el esfuerzo de su creatividad artística remunerada.
Al calor de una sabrosa cebada bien frígida, comenté con el amigo Emiliano acerca del tentador empleo trianual que ofrecen los gobiernos municipales, en particular el de Neza. Elucubramos un ambicioso programa editorial de a devis y hasta hicimos planes y proyectos para cuando se acabe el sexenio y la administración federal prescinda de nuestra talacha como editores de las publicaciones de una Secretaría de Estado. Pensamos que sería conveniente darle nombre al changarro y poner la creatividad y el conocimiento al servicio de un gobierno municipal sensible y conciente de las necesidades de su municipio.
Se nos ocurrió la idea de reincidir en la profecía y disfrazar al Emi de Quetzalcóatl, montarlo en un chimeco y armar el alboroto a ritmo del “mar los vieron llegar...”, porque, la neta, hay años luz de diferencia entre la talacha editorial del oficialismo municipal y la informalidad organizada, y lo que se hace por otras latitudes —y no es por echar flores en la calenda.
Por un momento creímos que en Neza sería posible la remuneración del trabajo creativo y profesional, el pago justo de los productos artísticos y el alquiler del prestigio del artista que reviste al gobierno municipal o funcionario en turno. Pensamos en la profesionalización del trabajo del creador; en la verdadera exigencia de más y mejor infraestructura cultural (de a deveras) al servicio de toda la comunidad y no sólo de grupúsculos enquistados en la miserable ubre del presupuesto trianual; en la posibilidad de satisfacer las necesidades culturales básicas de los nezahualcoyotlenses —en memoria de los orígenes municipales— dando cabida en todo su esplendor al amplio espectro que ofrece Neza. Recordamos la experiencia de la primera administración perredista y el ciclo histórico que se repite desde entonces cada tres años y hasta la actual administración priista, resultando en las mismas cantaletas: la supuesta culpabilidad de las instituciones, la complicidad de sus creadores de arte y de sus “promotores culturales”, así como la indiferencia del público consumidor hacia ciertos productos o manifestaciones —el elitismo de quinta categoría—.
Se han logrado avances notables en la producción artística municipal: cada vez hay más artistas comprometidos con sus ediciones, con su trabajo plástico, con su desempeño en el escenario, con la mejor ejecución de su instrumento; pero persiste la miopía y se sigue soslayando el capital que significan sonideros, gruperos, telespectadores, pornógrafos, organizaciones religiosas, liberales, feministas, homosexuales, coleccionistas de autos, fanáticos del cómic, gourmets, patinetos, deportistas, políticos y etcéteras, quienes paralelamente pueden impulsar a quienes sufren por carecer de un lugar en el gusto popular.
Todo lo que el hombre realiza es cultura; por ello, no debe empantanarse el concepto en asambleas y posaderas en la foto para salir en primera fila. Debe considerarse el amplio espectro que ofrece la municipalidad y darse cuenta que son los menos quienes buscan enarbolar banderas culturales o esgrimirse en “profetas del nopal”. Son precisos análisis serios y propuestas concretas de fomento y desarrollo cultural en y para Neza.
Aunque una cosa es cierta, el hombre y su cultura son dinámicos como el universo. Con o sin frentes culturales, con banderas partidistas o sin ellas, con financiamiento o sin él, la riqueza cultural de Neza se dará en todos los ámbitos y en todos los lugares, incluido el artístico: se impondrá sobre carencias.
El artículo del brother Colín me recordó que no basta con hacer precampañas para lograr el hueso y dormir, plácidamente, el sueño de los justos mientras dura el trienio. Por lo pronto: ¡Salú!, y hasta que el sexenio nos alcance.

Cómo han pasado los años

Por Ricardo Medrano Torres

Sorpresas ha dado la vida. De todos, el más sorprendido soy yo, pues la arena ha ido asentándose hasta formar una rica playa, una fresca playa que precede a los cuarentas. He visto a mis amigos hacerse tan viejos como yo: Suriel Martínez, Emiliano Pérez Cruz, Beto Vargas, Porfirio García, Kuitlauak Macías, Toño Martínez… Sigo buscando mi “equilibrio espiritual” —como los monos de la serie de televisión 31 minutos—. No me imagino cambiando mi credencial de elector y nacionalizándome ciudadano de otra latitud que no sea Neza. No me imagino tan lejos del cantar de los Migueles Pinedas, de los Pacos Blancos, de los Colines; lejos de la pintura de los Alfredos Arcos, de los Alejandros Perezcruces, de los Antonios Ramos, de las Marthas Velazcos, de los Julios Galanes; lejos de la poesía de los Porfirios Garcías y Kuitlauaks Macías. Verdaderamente no me concibo. Una parte de mi se quedaría en Neza, seguramente. Mi ombligo seguiría enterrado en casa de mi abuela y me llamará a integrarnos cuando necesite de los cuates, de los brothers del barrio junto a quienes me he vuelto un pre-cuarentón.
Cómo olvidar al Bunga, al Mijoi, al Tribi, al Faros, al Verruga —en paz descanse—, al Beni, al Chile —sin albur—, al Figa, al Flaco, al Burro, al Anillo, al Gusano y a su carnal el Gusnalgas, al Chismes, al Wuifi, al Gabazo, al Ruso…
La verdad que se arruga el corazón cuando uno hace recuentos y se da cuenta que cada quién emigró a diferentes parcelas y que uno es el único que se ha quedado a cultivar una tierra cada vez más conflicitiva. Que la verdad eso de vivir en una “ciudad dormitorio” no ha cambiado mucho. Y entonces uno se da cuenta que los hijos crecen y que parte de su vidorria es de Neza y que el arraigo que trae uno ya no es el mismo que tienen ellos, pues ya son tan ciudadanos del mundo como cualquier gringo viajero. Y que lo mismo les da irse a vivir a las Bahamas que a Puruchucho, que su forma de vida es tan libre como los poemas que escribió su padre a finales de los ochentas y que llevó a casa de un tal Porfirio García, textos que fueron corregidos y publicados en la difunta Nezáfora. Y que esos esfuerzos por promoverse crecieron hasta convertirse en un sello bajo el nombre del grupo Poetas en Construcción. Y que fueron varios años de bohemia y literatura —al menos la que estaba a nuestro alcance— y que cada quién pudo decidir a libre arbitrio la senda a seguir y que me dio mucho gusto encontrarme a mis brothers poetas en el último festejo por su aniversario.
Entonces uno se da cuenta de que la vida ha cambiado y de que uno ha cambiado, pero los cuates siguen siendo los mismos, aunque más calvos y más panzones.
Y uno se hace su propia historia y se descubre como un simpatizante de la poesía. Uno descubre que el placer de la poesía debería ser de todos, tanto para escribirla como para degustarla, y que deberían eliminarse las etiquetas de propiedad sobre la creación y eliminar el vedetismo de los seudoescritores. Y que hoy día la ventana que es la red ofrece escritores de todos los estilos y tendencias; que los desconocidos rivalizan en popularidad con los conocidos, y esto sólo con el poder de un blog.
Y festejamos que algunos aún persistan en su lucha gitanesca de promover su obra en el face to face que da la presentación, aunque seguimos confirmando que a las presentaciones sólo acuden los cuates o los familiares y a veces ni ellos. Entonces descubrimos que cada vez somos más viejos y que será necesario difundir la obra a través de un moderno compact disc, o echar a andar la tecla y aventurarse a través de la red y compartir con esos amplios públicos lo que se piensa y preocuparse por saber lo que ellos piensan.
Descubro entre mi archivo un buen número de libros y documentos que dan fe y testimonio de una época importante en la que muchos ciudadanos comunes y corrientes descubrieron que en la nueva ciudad hacían falta árboles y los plantaron, que hacían falta lámparas de alumbrado público y las colocaron, que hacía falta pavimentar calles y lo hicieron, que hacían falta quiénes se llamaran escritores y muchos se pusieron en la lista para cimentar lo que vendría después —en esa misma tónica de constructores.
Benditos mis cuates del barrio, mis amigos escritores, la educación pública, mi familia y mi barrio que me han visto volverme un pre-cuarentón nostálgico y, tal vez, medroso de emigrar hacia otras latitudes. Bendita la escritura que me ha hecho un simpatizante de la poesía y de la narrativa —que no un escritor en toda la extensión de la palabra—. Bendita sea la vida y una ciudad Neza que llevo engrapada en la memoria y en mis actos.

¡Salú !

La propiedad privada y el amor


Mis cuatro películas de esta semana

Por Ricardo Medrano Torres

Conocí a mi padre un 30 de abril de 2007. Transcurrieron 32 años para volver a vernos. Curiosamente, el escritor Albert Camus tenía más de cuarenta años cuando lloraba sobre la tumba de su padre, un soldado muerto a los 19 de edad —así lo narra en su libro La caída (La chute,1956).
Actualmente, mi padre y yo tenemos mínima comunicación telefónica; aunque hemos sostenido un par de encuentros acordados y la plática ha girado en torno a la vida de dos hombres tan dispares como independientes uno del otro.
El escritor Emiliano Pérez Cruz señala que de poco sirven los padres para una verdadera educación de los hijos. Asociar la idea de propiedad privada a la crianza de un hijo e idealizar una supuesta admiración de los hijos a los padres puede, en ciertos casos como el mío, carecer de fundamento. La ausencia de él me dio la posibilidad de ser quien soy, y así estoy a gusto.
En estos momentos, creo carecer de la necesidad de llamar a alguien padre o de que alguien me llame hijo, pues ha transcurrido bastante tiempo para intentar apropiarnos de la otra persona por convencionalismos que sólo nos llevarían a negar nuestra propia individualidad.
La negación de la individualidad del otro me llevó a negarme sistemáticamente a acercarme a mi padre. Todos esos años él fue una imagen permanente en mis actos, y en cada uno de ellos fui desechándolo porque las condiciones así lo requerían. Había que echar mano de las herramientas y apoyos que se tenían y él fue borrado —también sistemáticamente— de mis asuntos.
A pesar de ello, alguna vez me pregunté cómo sería mi padre físicamente, si sería parecido a mí, si tendría mi carácter, si compartía mis aficiones o si era un padre como el de Even Benestad (Grimstad, Noruega, 1974), quien en su cinta Todo sobre mi padre (Alt om min far, 2002) aborda, a la manera de un documento testimonial, con afecto, ironía y humor la relación con su padre, el doctor Even Benestad que gusta de transformarse en Esther Pirelli, ponerse ropa de mujer, maquillarse, colocarse los rellenos pectorales y salir a la calle a bordo de su convertible acompañado de su esposa (madrastra del director); esta última, respetuosa del gusto de Even por transformarse. Es decir, respetuosa de su individualidad.

Esto del apropiamiento, trasladado al amor de pareja, se ilustra eficientemente en dos cintas del director japonés Nagisa Oshima (1932, Kyoto, Japón): El imperio de los sentidos (Ai no corrida, 1976) y El imperio de la pasión (Ai no borei 1978); en la primera se muestran las obsesiones sexuales de una pareja que culminan con el cercenamiento del pene al amasio. La segunda está basada en un crimen cometido por una pareja de amantes en contra del marido para llevar a efecto esa necesidad de pertenecerse sin obstáculos.
En otra cinta, Time (2006), el director surcoreano Kim Ki-Duk (1960), muestra la obsesión de una mujer por alcanzar el supuesto ideal de belleza del compañero, lo que la lleva a transformarse físicamente mediante una cirugía de rostro, convirtiéndola en un ser distinto al que él conoció y del cual se enamoró, arrastrando a la pareja a un desenlace trágico a partir de la negación de la individualidad de la otra parte.
Para finalizar, hay que mencionar que Camus iba a la tumba de un padre que siempre sería joven —dadas las circunstancias de su muerte a esa edad—. Mi padre resucitó 32 años después y a estas alturas las pláticas de reconocimiento pueden resultar insustanciales. No compartimos una raíz, no hablamos el mismo lenguaje de intereses. Es difícil que resurja entre nosotros el sentido de pertenencia padre-hijo.
Cuando platicamos, otorgo pleno respeto a su individualidad al no cuestionarle su vida personal. Sin tragedias ni cirugías para transformarnos el rostro, cada quien vive su individualidad. Trágico el sentido de pertenencia. Tal vez haya mucho de razón en aquello de la poca necesidad de tener un padre a la mano: hubiera ocupado mi tiempo pensando en el guión de una película para descifrar los rostros de un padre como Esther Pirelli o Even Benestad —como se prefiera.

Foto: dianayjade.com

Un barroco contemporáneo


Pino Páez

Por Ricardo Medrano Torres

Nacido en el Callejón del Sapo, Pino Páez y el hombre del mostacho y la melena frondosa son lo mismo. Tuve el placer de compartir con él una época de sabroso re-aprendizaje en el Consejo Editorial del periódico Ala Tinta. El líder Pino imponía su mostacho con sesuda claridad y prodigaba luminosidades en espejos de sabiduría —para decirlo en lenguaje aproximado.
No tiene la gracia de bailar porque considera que el dance es propio de osos de circo —dicho en palabras pinescas—. Dejó de fumar hacer mucho porque fungió como chacuaco citadino hasta que se le polveó el frondoso pelambre del labio superior.
Pino es un personajote, periodista y escritor, arroz de todos los moles: un tiempo se le vio en el periódico del Pato Pascual, haciendo el citado Ala Tinta, El Búcaro, el periódico de los trabajadores del Sistema de Transporte Colectivo (Metro) y muchos etcéteras.
Roberto Fernández Iglesias, de la tribu Tunastral toluqueña lo considera un escritor "barroco contemporáneo". El crítico literario y periodista cultural Alberto Arankowsky ha dicho que Pino Páez es un arquero que dispara con acertado pulso, y en todas direcciones, herméticas metáforas.
Su manera particular de usar el lenguaje popular de México le ubica en un plano aparte; de ahí que se le considere un escritor barroco contemporáneo y, además —hágame usté el favrón cabor—: esotérico. A propósito de esto último, Pino dice describir la personalidad de la gente a partir de su caligrafía o, por lo menos, con eso intentó chorearnos alguna vez.
Páez adjetiva y sustantiva, y luego fabrica verbos, y dimensiona la lengua en un grado desbordante que en la penumbra de la soledad hace posible elucubrar realidades más allá de los claros inmediatos.
Autor, entre otras-muchas-tantas obras, de Manos vacías de pan, A solas en el altar, Los afilados cuernos de la luna, Luz patibularia, Pino tiene un don de gentes que le atrae multitudes a las presentaciones de sus obras: ha desbordado el Palacio de Bellas Artes en más de una ocasión y se ha brindado con alipús en el máximo recinto cultural a salú de Pino Páez.
Vaya un saludo y una felicitación a través de este pequeño acercamiento al maestro, y luchador comprometido con las causas sociales.

Fotografía: videoclipscristianos.com

Un Conde llamado Francisco



Por Ricardo Medrano Torres

Conde, según el diccionario de la Real Academia Española, significa “Caudillo, capitán o superior que elegían los gitanos para que los gobernase”. La primera vez que accedí a un texto de Pancho Conde (como lo llaman sus amigos), fue a propósito de la edición del libro Poetas en Construcción (Editorial ENTE, México, 1994), antología poética del grupo del mismo nombre; aunque Francisco ya tenía sendas trabes en su labor creativa y eso de la construcción ya no cuadraba con el nivel.
No recuerdo cuándo tuve el gusto de conocerlo, pero Conde es un personaje de esos que no se olvidan: bajo de estatura, mirada fija y bigote multi aguja, el poeta y ensayista nació en Atlixco en 1951 (miembro de la generación de los 50’s, la misma de Emiliano Pérez Cruz, Ignacio Trejo, Víctor M. Navarro, Josefina Estrada, Roberto Diego, Rafael Vargas, Andrés de Luna y Víctor Roura, por citar sólo algunos).
Alguna vez coincidí con él en la fila del Banco en la Unidad de Servicios Administrativos de la avenida Sor Juana, en Neza —Curiosa forma de coincidir con un poeta—. Me resigné a no abordarlo pues, tal vez, el vate no me recordaba y temí ser considerado un prole en busca de bolsear a un poeta cuenta habiente.
Pero, en Nezahualcóyotl, ¿qué interés puede tener un Conde? Tal vez la respuesta esté a la mano en su libro La esquina de los hombres solos (Daga Editores, 1999) del que César Benítez Torres escribiera en la revista Cantera Verde lo siguiente: "Crónicas urbanas de una ciudad entre ciudades, el gigante vivo, resplandeciente, terrible y dulce; de Ciudad Nezahualcóyotl: toda una historia de pobreza y riqueza, de la contemplación lejana de los contrastes". Sin duda, Conde se ha nutrido de Nezahualcóyotl y es de los autores que tiene la virtud de poseer una doble nacionalidad: Puebla-Estado de México (Nezahualcóyotl).
Estudiante de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y, más tarde, profesor de la Universidad Autónoma Metropolitana, los trabajos de este autor son considerados por los cuates de la página electrónica Ficticia, como obras que “tienen la característica de la precisión y de un lirismo que sobrepasa cualquier academia”.
La última cifra verificable de publicaciones de Pancho Conde ya sobrepasaba los 17 títulos, algunos de ellos son, de su obra poética: Estudios para un Cuerpo, Los Lobos Viven del Viento y La Arena de los Días; de su ensayística: Diálogo Inmediato, y La Esquina de los Hombres Solos, este último de narrativa. Conde es arroz de todos los moles, diría la sabiduría popular, y lo mismo se le mira en las publicaciones más diversas, en conferencias, mesas redondas, charlas y muchos etcéteras.
Mario Calderón, en su ensayo titulado Desde la orilla o la generación poética de los años 50 en Puebla, dice que la poesía de Conde habla de la vida cotidiana y la vida bohemia. Cita Calderón un fragmento del poema Lobo solitario: “Las caderas jóvenes y los ojos de muchachas son apenas un sonido oscuro”.
A Conde, como a muchos, nos persigue la época de la educación secundaria como una aguja caliente en la punta de la memoria. Durante una de las presentaciones de la serie Escritores al 2x1, organizadas por Conaculta, Pancho Conde recordó una anécdota de secundaria cuando se le atribuyó la autoría de un poema que no escribió, hecho que lo determinó a tomar la ruta de la poesía. También recordó los más de cien kilogramos de peso que ostentó durante una época de su existencia. "Hasta para comer y beber" provee la vida académica, dijo en esa ocasión el maestro.
Anécdotas del trago, de la academia, de sus libros, de la vida bohemia, de su amor por la belleza femenina, de la generación de los 50 y de la lucidez de sus comentarios, dan pie a una biografía que, en su momento, alguien trasladará al papel. Bienvenido a Neza este líder de los gitanos, bienvenido a la tierra de la que nunca se ha ido. Bienvenido sea este Conde llamado Francisco. Bienvenida sea su poesía.

Foto: Rodulfo Gea; tomada de: http://www.google.com.mx/imgres?imgurl=http://www.excentricaonline.com/libros/images/uploads/conde_ortega_jose_francisco1.jpg&imgrefurl=http://www.excentricaonline.com/cartelera/cartelera_more.php%3Fid%3D5567_0_10_0_M&usg=__bZpvRVl8N7Yfpqc6QzEoZNNRVEM=&h=293&w=180&sz=39&hl=es&start=24&sig2=NsJrCf52COMRUpTVIxd-3A&zoom=1&um=1&itbs=1&tbnid=YiU-nr0PbzePgM:&tbnh=115&tbnw=71&prev=/images%3Fq%3Dfrancisco%2Bconde%2Bortega%26start%3D18%26um%3D1%26hl%3Des%26sa%3DN%26rlz%3D1T4RNTN_es___MX336%26ndsp%3D18%26tbs%3Disch:1&ei=dNGjTKnsEIOKlwey49mpCw

El próximo presidente de EEUU será oaxaqueño


Que no nos extrañe

Esta frase es del poeta necense Kuitlauak Macías. Este hombre de letras, amigo y hermano de Poetas en Construcción, al calor de las victorias bien heladas, tuvo a bien promover un recuento de nuestra experiencia personal y colectiva con el noble y heroico pueblo oaxaqueño de todas sus regiones.
En aquella ocasión, Macías recordaba las festividades oaxaqueñas en la ciudad que nos vio crecer: ciudad Nezahualcóyotl. Con gusto verificábamos que todos tenemos un oaxaqueño en casa —yo estoy casado con una mujer hermosa de ascendencia oaxaqueña. Kuitlauak también tiene esposa oaxaqueña—. “Al paso que vamos, que no nos extrañe que el próximo presidente de los EEUU sea oaxaqueño”, sentenció el escritor.
Ciertamente, el proceso de extensión de la raíz oaxaqueña es infinito. Sus fiestas, sus colores, su música, su solidaridad y su resistencia a los embates de otras culturas, los forjaron hombres y mujeres de viento con raíz de agua, firmes y gigantes como ahuehuetes.
He de decir con mucho orgullo que gané una esposa con familia integrada, o bien, que fui adoptado por una gran familia oaxaqueña en donde cada festividad santificamos el pan y la sal, y el gusto por el parabién asoma victorioso desde cada garganta en torno de una mesa que no olvida sus orígenes, que respeta y venera a sus muertos que, aunque lejos y en un cementerio de provincia, apartan el lugar donde el alma descansará en su propio espacio, en su propio paisaje, al lado de la gente que le es propia.
Recuerdo con placer mi primera visita a Magdalena Jaltepec y la amabilidad con que fui recibido durante las fiestas de Semana mayor. Aquella experiencia de recibir alimento sin la menor pregunta. Fue sorprendente testificar que en ese estado, en ese lugar de México, la gente era feliz con el placer de dar, de compartir, de venerar al ser supremo que nos dio fuerza para trabajar con decisión y reunir lo necesario para cumplir con el compromiso de la mayordomía.
Pero no todo era “gorra” y “agandalle” —como se diría por estos territorios—: durante varios días recorrimos las diversas mayordomías y aprendí que se trataba de un acto de reciprocidad, pues la solidaridad asomaba de igual forma, apoyando al mayordomo ya fuera con rejas de refrescos, canastos llenos de tortillas, arrobas de pan, cartones de cerveza…
Aún tengo presente aquel placer de compartir el pan y la sal con una especie de personas de costumbres diferentes, casas sin bardas ni alarmas, duelo sagrado durante el luto religioso, fiesta grandiosa, desbordante, cuando es el momento y se tiene la oportunidad y el medio.
Hoy, escucho con atención y arrobo las leyendas, los cuentos, las fábulas y las historias que cuenta Mamá Lola —mi suegra— y llevo mi memoria hasta el mogote de Nana Luisa, hasta el Sabino; me escabullo de la Bandolera, aquel espíritu que engañaba a los hombres infieles o enamoradizos; disfruto los cuentos tiernamente absurdos del tío Pedro, como aquel donde la calabaza gigantesca se parte en dos para dar a luz a cuatro marranos pequeños y rollizos; miro las fotos históricas de mis suegros y sus rostros y su traslado a la ciudad capital en busca de mejores condiciones de vida, y miro a mis cuñados y cuñadas convertirse en hombres y mujeres al lado de quien es hoy mi esposa, y los miro adaptarse al humo y al concreto. Los miro desprenderse un poco del verdor de aquellos territorios donde eran dueños y señores del tiempo y del espacio.
Escucho a Mamá Lola platicar de sus borregos, de sus chivos, de sus gallinas y sus caballos, de su primera casa y del pedimento de su mano, y de la vida conjunta que iniciaba con mi suegro Octavio. Entonces se entristece y me habla de sus dos pequeñas que no pudieron seguir en esta vida y de la tumba que con tanto cuidado no olvida y mantiene cada que puede darse su vuelta al pueblo. Escucho atento acerca de la abuelita Nieves y del abuelito Agustín y de su participación en la lucha por los linderos del pueblo. Y hay historias de gallos y conejos de oro y del cuidado que se debe tener con el aire que es capaz de llevarse a un recién nacido sin que los padres se den cuenta.
Y en mi tarea de padre retomo lo aprendido en mi infancia y lo aprendido de mi familia adoptiva, y participo de los parabienes, y gustoso me apunto en la gueza para festejar navidades y años nuevos con mi familia, apropiándome de una raíz que ya es mía, que ya es mexiquense-oaxaqueña. Y los niños participan hablando ante los demás, exponiendo sus sentimientos con la firmeza y los principios heredados por sus ancestros de la tierra del sol. Entonces el mezcal es más que lágrimas y más que abrazos, más que dolores y tristezas, es sangre ardiente que sólo un hombre íntegro controla en su cerebro.
Entonces, amigos, después de esto, quién se atrevería a negar que el próximo presidente de EEUU será oaxaqueño. Quién se atrevería…

¿No hubo festejo este año?

Este año ni nos enteramos si hubo o no festejo por los 19 años de los Poetas en construcción, pese a ello, me sumo al festejo con un texto que entregué, hace ya un año, al propio Porfirio García y a Kuitlauak Macías durante el festejo por la mayoría de edad del grupo.

Poetas en construcción

18 años de un barco que nació siendo cayuco


Al Porfis y al Kuik, tícheres y sin embargo amigos
Pescador, hermano mío: / si naufrago en tu ribera,/ si largo por fin el cabo.../¡no me sepultes en tierra!/ Escóndeme en un cayuco/ de esos que el ostión gangrena/ un cayuco carcomido/ de los que ya no navegan./ Escóndeme de la aduana/ y de sus guardas. Haz cuenta/ de que soy un contrabando/ que le pasa al mar la tierra.../ Colócame un caracol,/ grande, bajo la cabeza;/y por si los alcatraces.../cúbreme con una vela./ Luego, en la noche, al pescar,/ me remolcas mar afuera/y me olvidas bajo el cielo/que es una barca que sueña!/Antes, con letra de fardo,/le pones, por si lo encuentran:/"no hagáis caso de esta barca/que es lo que el viento se lleva"./Bajo este silencio azul/ yo me iré sin tanta pena.../ No se lo digas a nadie/ pescador, porque me entierran!
Octavio Amórtegui (1901-1990), Mar afuera

Hace algunos años —varios— en reunión celebrada en el auditorio del Centro Cultural Jaime Torres Bodet de Nezahualcóyotl, los Poetas en Construcción rendían homenaje a la memoria de uno de sus miembros: Octavio Amórtegui, hijo de un artista grande de la hermana república de Colombia, autor del epígrafe que inaugura estas líneas.
En aquella ocasión, la intérprete, cuentacuentos y amiga Juana Vázquez, pidió a quien esto escribe que dirigiera algunas palabras al desaparecido Octavio en presencia de familiares del fenecido Poeta en Construcción. Aquella ocasión no pude estructurar frase ni comentario. Sé desde siempre que la “palabra es arma cargada de futuro” y temí la desmesura del comentario equívoco o la pulcritud del asesinato a la memoria del compañero Amórtegui.
Hoy, haciendo referencia al caso del compañero Octavio y tomando un epígrafe de su padre, nacido el año uno del siglo pasado. Me refiero al segundo, en razón de haber encontrado en sus letras a mi cómplice existencial muerto en el 90 del siglo pasado, mientras yo establecía mis primeros contactos con los nacientes Poetas en construcción.
He de recordar que, de la dinámica de los Poetas, me resultó en su momento de mayor aprendizaje la carnicería verbal y el alegato iracundo de la radicalidad infundada que provocan las bebidas espirituosas , que las anémicas sesiones de galletas de animalito, té de limón y pizarrón de formaica con pasado de mesa de antecomedor del buen Porfirio.
La academia estaba lejos de encontrar algún resquicio entre aquel mar de voces con hambre de manifestarse y ser escuchadas. Porfirio no era el maestro, era el escucha con oído estéreo, la voz que pescaba al vuelo las ideas y comentaba con la rapidez que le permitía su buena memoria y su formación en Letras hispánicas. Sólo Kuitlauak tiene tres cerebros y se permite —como entonces— el lujo de escuchar el sonido ambiente, conversar, criticar y echar desmadre.
El taller de los Poetas inició en la calle 33 de la colonia maravillas cuando Porfirio rebasaba apenas los 30 años de edad. Hoy arrastra venturosamente más de medio siglo. Legalmente, se alcanza la mayoría de edad al minuto posterior de haber cumplido los 18. El grupo cumple 18 años y desde mucho antes de alcanzar su mayoría de edad se diversificó virtuosamente —como cualquier ser vivo— y se consolidó como un referente de transformación social en donde el arte (creación y promoción) hacen las veces de columna vertebral para el mejoramiento de una sociedad que abarca más allá de los límites de la municipalidad.
Porfirio García, Kuitlauak Macías, Armando Veladiz, Miguel Pineda y Alfredo Arcos impulsaron un barco que nació siendo cayuco. Tocará a Porfirio señalar los nombres de los marinos de menor rango que se hicieron a la mar con ellos. Muchos ya en otras embarcaciones, colectivas o personales, y ostentando distintos rangos.
En fin, que hablar de los Poetas en construcción es reflexionar acerca de su papel histórico, de su impacto social, de un nombre que en sí mismo ya representa una marca —no necesariamente comercial— y de una realidad palpable. Si Porfirio hubiera sabido del alcance de su proyecto de tesis, tal vez lo hubiera dado de alimento al camión de recolección de desechos por lo caro que resulta la manutención de un hijo tan voraz y absorbente.
Finalmente, quiero rememorar a Octavio Amórtegui padre, quien en su texto Mis primeros 70 años (Lecturas Dominicales de El Tiempo, Bogotá, 21 de febrero de 1971) hace algunas consideraciones importantes del hombre que confiesa que ha vivido:
• Escribo estas líneas desde mi retiro de México a donde acudí de nuevo por aquello de que la evasión es también una manera de rebelarse. Aquí ocultaré ese espectáculo deprimente de la vejez. ¿Pero es que en verdad soy viejo? Si lo estoy no lo siento. Envejecer es resignarse y yo soy de los que mueren con las botas puestas
• Se dijo de Hamlet: "¡Qué buen rey hubiese sido si reinado hubiera!". Pero como no reinó... Desde este punto de vista creo que es preferible para la cultura un poeta sin ínfulas que hace lo que puede (¡y lo que debe!) a un "malogrado joven" de esos que todo lo tuvieron para realizarla, y no hicieron nada
Estas dos perlas de Amórtegui padre resumen existencias de diversos hombres y mujeres. Dos citas relacionadas con el tiempo, con la existencia y la voluntad de ser que es existir. Por ello, hoy, a 18 años del alumbramiento oficial, agradezco a mis amigos los Poetas en construcción de todos los rangos por la invitación al festejo. Los felicito porque el vástago ya tiene 18 y apenas empieza la verdadera responsabilidad.
Maestros Porfirio y Kuitlauak, ustedes ya sembraron un árbol, escribieron no uno sino muchos libros y apoyaron la escritura de otros tantos, ya tuvieron hijos —Kuitlauak más—, ya los orinó un perro y se niegan a la vasectomía con dos piedras. Felicidades y gracias por el conocimiento compartido. Hoy que intentamos integrarnos a las fuerzas básicas de los adultos mayores, recordemos a don Renato Leduc: “Vivir mucho es desacierto. Por eso una vez muerto, soy cabrón si me meneo”. ¡Salud!

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