martes, enero 18, 2011

Alfredo Arcos, El hombre de las Maravillas


Manifiesto de Alfredo Arcos. La Revolución Sandiísta



¡Viva el manifiesto de la revolución sandiísta!
¡Viva la clitoricracia y el anarcosandiísmo!
¡Viva la resurrección del culto al pulque humano para todo enano!
¡Viva su propuesta del nuevo arte público tri y bidimensional para ciudad necense!
¡Viva la venus de Neza como ininterruptible paridora de futuras madonnas lesbiano-transgénero!
¡Viva el proyecto escultórico de arte libre y directo sobre el tema de las mamas de las mamás de sus ex-amigos necences!
¡Viva su curso introductorio al perfeccionamiento de la técnica precisa para aprovechar los recursos naturales propios y ajenos: Adiós al pulque humano para el mexicano!

Execro a los poetas aputarrados. Estoy asqueado de tanto lloriqueo de mal gusto. La venus de Neza sigue dándole el culo a los poetitas que no se atreven a olerla.
Nadie dijo nada, sin embargo todo mundo guarda el olor de sus axilas.

¿De quién fue la idea de pervertir y masturbar a los maravillosos enfermos que nos enseñan a ubicar al mundo de manera distinta?
Mejor volver a la clandestinidad luminosa.

Mejor dejar que el cabello crezca tan largo como el vello púbico de las grandes avenidas de la prostitución necense y seguir mamando de las mamas de las mamás de mis examigos.
Es cierto, es mejor regresar al rinconcito húmedo y caliente de las querendonas mamás de mis examigos necenses, o tal vez sería mejor enmugrarse nuevamente y crecer frente a los colores del arcoiris que se inclina orinándose en cada esquina.

Dios ebrio, ilumíname. Estoy asqueado de los culitos putrefactos hambrientos de poder.

Ayer iluminé mis sandías ahuecadas con el llanto caliente de las veladoras que se desnudaron frente a cada poema vivo, texturado, resplandeciente de ubres alimentadoras.

Siempre quise formar parte del único y necesario gran centro cohesionador de la cultura del arte lúcido necense.
Siempre quise aportar nubes eléctricas al sesudo vientre de la madre patria.
Siempre quise cambiar mi deber cotidiano líquido por cualquier maravilloso orificio de cualquier mamá de mis examigos necenses.
Neza: Municipio erecto.
Ciudad necense: Municipio en proceso de erección.
Me preocupan los cerebros marchitados por tanta puta droga inoculada.
Mejor cambiar la dieta y crecer entendiendo el arte de la cocina sandiísta.
¿Cómo le haré para teñir de lodo mi alma? El alma es eterna y sus infiernos agonizan censurados gracias al sórdido nacimiento azul. Su salsa se derrama haciendo lloriquear al poeta de ano rasurado y bien lubricado.
Los pintores mediocres no se imaginaron como eternos rebeldes:
Decíamos que Alfredo Arcos ha muerto…
¡Viva el uei!


***


Recientemente se publicó el libro "Alfredo Arcos, el hombre de Las maravillas". Es una obra biográfica escrita por Rocío García y Antonio Malacara que incluye una serie de comentarios acerca del artista y su obra por parte de algunas personalidades, como Daniel Manrique, muralista, fundador del movimiento Tepito Arte Acá:
“Alfredo comenzó a plasmar lo que tenía más cerca, y precisamente creo que fue uno de sus tantos aciertos. Yo le vi pintar, con una fuerza verdaderamente brutal, orgías de perros, también rostros humanos de aquellos chavos banda en sus inicios, los incipientes chavos banda de Ciudad Neza. Aunque eso nada tiene que ver con el grafitismo actual; ni siquiera con el rotulismo, como yo lo llamo.
“Creo que Alfredo Arcos es verdaderamente auténtico. Con muchas influencias de las que pudo agarrarse, pero a final de cuentas, con su capacidad, lo que pintó resultaba ya casi un estilo, pero no porque lo anduviera buscando, sino porque, en cada quien, el estilo resulta. Y también porque se va reflejando en uno mismo el ambiente a que uno pertenece. En ese sentido, Arcos manifiesta un estilo verdaderamente brutal en cuanto a fuerza de expresión”.

Tomado de: http://lavida-real.com/joomla/index.php?option=com_content&task=view&id=187&Itemid=92

Total, ya estaba muerto


Por Ricardo Medrano Torres



A chupar que el mundo se va a acabar. No queda más remedio que beber para ahogar penas, porque con pan y alcohol son más buenas. Dice Pancho mientras empina el codo y “hasta no verte Espíritu Santo”. Cansado de las riñas con su mujer y de la infidelidad de ésta con el carnicero, decidió exiliarse un tiempo en Guadalajara.

Pidió su liquidación en la empresa de telefonía y disfrutó de la vida por dos placenteros meses. Una vez terminado el capital, vagó durante quince días con sus noches y durmió en la banca de un jardín público, hasta que en un atraco le quitaron la cartera y, con ella, el último billete de veinte pesos. Entonces decidió regresar a su casa en México y hacer de tripas corazón. Total, nada que el jabón no quite ni desenmugre. A dónde más ir que con sus hijas y la piruja de su mujer.

Como pudo, logró reunir dinero suficiente para el boleto de autobús rumbo a "su casa". Al llegar, desde la puerta, vio un ataúd en pleno patio y sus respectivos cuatro cirios.

—Quién se murió —preguntó a un desconocido que hacía las veces de portero.

—Pues el dueño de la casa. Dicen que lo atropelló un autobús y lo dejó irreconocible. Lo identificaron por la credencial de elector —respondió el hombre.

Sorprendido, no se atrevió a entrar. Vio a su mujer y a sus hijas que, sin manifestar tristeza, repartían café y pan de dulce a la concurrencia. Le dio pena arruinar el momento. Se dio cuenta de su suerte y decidió morirse para siempre. Regresar a Guadalajara era la mejor opción. Total, él ya estaba muerto y mañana, seguramente, lo enterrarían para siempre.

Ilustración de José Guadalupe Posada.

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